La ira es un sentimiento muy poderoso y a la vez inútil.
Gasta nuestras energías y no nos aporta nada, excepto quizás, una barrera de protección o una forma más de dominar a los otros, pero el precio a pagar por mantener esta emoción es muy alto para nuestro cuerpo.
La ira, la desconfianza, el rencor, activan en el cuerpo los mismos mecanismos que si sufriéramos una amenaza o estuviéramos en una situación de estrés.
Es una emoción que tiende a cronificarse y a elevar los niveles de adrenalina y cortisol que producen el aumento del ritmo cardiaco, aumento de la presión sanguínea, de los niveles de glucosa y bajada de defensas, ralentización del funcionamiento intestinal, etc., además nos pueden provocar perdida de sueño, de apetito, caída del cabello, trombosis, etc..
Si estamos sintiendo odio, será muy difícil reprimirlo y afectará a todas las áreas de nuestra vida donde implique relacionarse con otra persona, impidiendo así la entrada y el fluir del amor en nuestras vidas.
Podemos reaccionar a la ira de diferentes maneras. Podemos intentar reprimirla, la cual es bastante difícil, porque irá creciendo en nuestro interior y sin que nos demos cuenta comenzaremos a sentirnos víctimas inocentes de un destino inmerecido. Poco a poco iremos vertiendo este veneno al exterior de forma pasiva-agresiva, detestando la felicidad ajena y haciendo cuanto esté en nuestra mano para que todos se sientan igual de infelices como nos sentimos nosotros.
Podemos desahogarnos con otras personas ajenas a la causa que originó el enfado, al no resolverse nunca el motivo que nos hirió, y será difícil dejar de sentirnos así, y como nuestras acciones provocan reacciones, nuestra relación con el entorno se verá seriamente dañada, enfureciéndonos aun mas.
Puede llegar a ser tan intensa que nos haga perder completamente la razón y el control de nuestros actos, llegando a plantearnos el suicido o la violencia para resolver el problema
La envidia por lo que poseen los otros, ya sea amor, bienes materiales, estatus social, etc., nos hace sentir infelices con lo que tenemos, imaginando al que posee el objeto de nuestro deseo como causante de nuestra infelicidad.
La represión, el desahogo injustificado, la violencia, la envidia, no solucionan el conflicto que origina el sentimiento, lo que debemos hacer es solucionar la fuente del conflicto. Si no podemos hacerlo, porque ha sido provocado por un trato injusto de una persona y esta no está disponible o no quiere solucionarlo, o si ha sido por un despido, un accidente, una relación amorosa que ha llegado a su fin etc., deberemos solucionarlo con nosotros mismos, de manera que podamos aceptar lo que ha ocurrido, conocer nuestros sentimientos acerca del hecho, procesar la situación, calmar nuestras emociones y buscar una manera creativa para seguir adelante sin que este suceso nos impida vivir la vida de manera armoniosa.
Las flores de Bach nos pueden ser muy útiles en este proceso, ya que detienen la continuidad del sentimiento y permiten que el amor entre en nuestra vida, de ese modo también podemos estabilizar las reacciones de nuestro organismo y nos mantendremos en equilibrio y armonía.